Tu guitarra suaviza,
todos tus males, esos,
que de vez en cuando aparecen y
te dejan perplejo.
Tus excesos, son como
miel de abajas, te endulzan
por un rato y luego te devuelven
insatisfecho de ideas y de emociones.
Ojalá los dioses, escuchen mis
súplicas, esas, que tanto
pregono en los techos solitarios
de mi memoria,
para que te dejes ayudar.
Ahora amigos, mañana novios…
¿Quién puede sostener tanta locura?
¿Acaso no entiendes que te amo?,
y que por ti daría la vida,
toda la vida.