lunes, 3 de mayo de 2021

El cadáver de Violeta

Luces, se abre el telón y sale; con todo el glamour y el traje más alusivo a la fecha pero con los pies descalzos. Luego de aquél accidente que tuvieron sus zapatos aquella noche aciaga en la que un niño arrebató por la fuerza, sus refinados y lustrosos zapatos. Motivo por el cuál, tuvo que presentarse a su obra, en aquellas descalzas circunstancias. Comienza la función. Mostrando sus habilidades, desfila el primer monólogo tan impactante, como persuasivo. El público extasiado, muestra con múltiples risas, el agrado hacia la obra. Él, se jacta por dentro mientras, que por fuera logra imponer la mejor sonrisa modesta, y así condescender con humildad, dicho elogio.

Se cierra el telón, y empieza a sentir enfado, impotencia. Comienza a llorar como un niño por sus zapatos, ya que éstos, lo acompañaban desde el principio de su carrera.

 

—Piensa que sólo por hoy ha terminado la función y continúa descalzo—.

 

De regreso a su hogar no hace más que releer el guión de mañana. No piensa en más que ser mejor de lo que hoy fue, y en su mente se cruza, el triste pensar de sus entrañables zapatos.

 

—Suena el teléfono, no contesta, no le interesa. Era su ex mujer, a quién había engañado, siete veces siete .

 

Los gritos de su ex mujer no lo movilizan no logran aturdirlo, ni hacerle confundir la frase que en ese momento, estaba recitando. Cuando su ex mujer termina con las imprecaciones hacia su persona. Él no hace más que desconectar el teléfono y se va de su hogar. Huye al bar más cercano a tomar una copas y también a resucitar su cuerpo con alguna muchacha del lugar. Logra hacer todo lo que tenía en mente y de repente algo inesperado sucede camino a su hogar.

 

—Pasa a su lado, sobre la avenida… Violeta, ¡la mujer más hermosa!, quien un día se negó a su amor. Nunca nadie le había hecho tanto mal, nunca nadie lo había lastimado de esa manera. —Ahí pasaba…Violeta… con la mejor figura, con el mejor diseño de piernas que sólo un ser superior pudo esbozar—.

 

Quedó atónito, inmóvil, con los ojos abiertos sin poder cerrarlos, y de vez en cuando se estrujaba los mismos para saber si se trataba de un sueño o era la magna realidad.

 

— ¡Pero sí!, ¡era Violeta!—.

 

Cuando reaccionó, ella,  ya había desaparecido entre la multitud de la avenida. Él quedó con miles de palabras por decirle… pero callado, y descalzo.

 

Cuando llega a su hogar, busca su caja de recuerdos en donde él atesoraba, aquellas cartas que enamorado le había escrito a “Violeta”. Releyendo las mismas, no podía contener las lágrimas que le caían por su rostro desesperadamente, ni los pinchazos fuertes que sentía en su pecho por el terrible recuerdo de ese amor que nunca fue, y que por dentro, él sigue sintiendo crecer desde aquél momento en que la vio pasar nuevamente por aquella avenida. Tal es así, que comenzó a buscar entre sus papeles viejos: un número de teléfono, alguna dirección, algo que lo pudiera acercar nuevamente a ella.

 

—Pensaba, que tal vez los años le habían resultado satisfactorios para él y tenga una nueva oportunidad, sólo esperaba una oportunidad—.

 

Entonces, encontró una de esas cartas de antaño terriblemente despedazada, y en la misma no se podían descifrar, ni los números, ni las letras. Hizo un esfuerzo y pudo leer: “mi alma”.  Enseguida supo que se trataba de Violeta.  Él siempre la llamaba de esa manera —.

 

Mientras seguía descalzo, se preparó un café para relajarse antes de llamarla y también puso aquella música que hace tanto tiempo tenía guardada, esos blues... tan entrañables... Entonces, tomó coraje y llamó. Esperó unos segundos más, a que sonara el teléfono,  y éste sonaba y sonaba.... hasta que alguien contesta:

 

—Hola, ¿Quién habla?—.

—Hola, Buenas Tardes. ¿Se encontraría Violeta?—.

—Si, soy ella, ¿quién habla?—.

— Eh...soy...soy...— y corta—.

 

En ese instante, se da cuenta que no puede pronunciar su nombre, y se exalta. Empieza a tomarse de la garganta, y no... no puede... ¡No puede pronunciar su nombre!, ¡no lo podía creer!... Fue hasta la cocina a tomar un poco de agua pero no había caso... no lograba hacerlo.

 

—Comenzó a pensar que tal vez sería una maldición. Justo ahora, que encontraba al amor de su vida, no podía expresarse... Pensó que tal vez alguien le había hecho un daño o un maleficio. Llamaría a su madre quien sabía de esos temas y lo ayudaría:

 

 — ¿Pero como lo haría si tampoco podía decirle quien le hablaba?. — Continuó pensando: —Es mi madre. Va a reconocer mi voz—. Entonces la llamó, y por esas contrarias casualidades de la vida, lo atiende la sirvienta nueva que había contratado su madre. He aquí  un nuevo problema... y cortó sin más.

 

—Se marchó, como siempre a escuchar, un poco de blues —.

 

Luego de relajarse, intenta nuevamente decir su nombre... y fracasa. Empezó a gritar, a pegar piñas a la pared,  retorcer almohadones, y nada... ¡No podía!.

 

—Hasta que recuerda su situación, aún, sigue descalzo. Obviamente,  no le pidió a ninguno de sus compañeros actores que le prestaran  un par de zapatos. Porque si había algo que había heredado de sus ancestros, era su importante dosis, de alta estima. Ésto, era  inherente en él,  y por eso no le importó en absoluto que la gente en la calle lo observara azoradamente. Él, era actor. Nada había que lo pudiera afectar—.

 

Pasaron tres días, en los cuáles perdió el tiempo (tratando por sus propios medios) lograr decir su nombre, y cada vez, era peor. Lo más insólito era que en su casa ya no había zapatos, por lo cuál,  salió descalzo. No podía ir a visitar a ningún médico. “Médico” (palabra prohibida, para él). Nunca  había visitado ni siquiera, a uno, en sus treinta años y no lo haría —. No aguantaba más la situación, no había ido a la obra, no atendía el teléfono, no comía. Fumaba sin parar, casi treinta cigarros por día, y sobre todo no entendía nada de esta inexplicable, situación. No tenía con que calzarse, no podía pronunciar su nombre, y justo ahora, que había reencontrado a su antiguo amor. Ésto, para su pensar tan dialéctico, era inentendible—.

Entonces, por primera vez en su vida, luego de una semana y media.

—José Félix Descalzo, bajó la cabeza, aceptó su humanidad limitada, y como el apellido lo indica... descalzo, salió en búsqueda de un médico. —

 

— ¡Que risa!, ¡si sus amigos y madre lo vieran! ¡Pero si, señoras y señores!. Hasta el ser más duro en el Planeta Tierra, cuando no tiene sus zapatos y no puede pronunciar su nombre. Acepta su debilidad ante esas casualidades, causalidades o milagros que aparecen en un momento determinado, y busca una salida—.

 

Y así fue...caminando descalzo al consultorio de un médico de la clínica donde él era socio. Pero que... obviamente... nunca, había visitado.

 

Llegó, y se le presentó a la secretaria, con estas palabras:

 

—“Soy un hombre que necesita ayuda”—.  La secretaria confundida, y con un toque de risa pícara en su rostro, le contestó: —Bueno Señor, tome asiento. Enseguida, le informo al doctor de su presencia—. — El doctor,  apenas lo vio, le preguntó que le sucedía. —

 

Él le explicó que no podía pronunciar su nombre y que no tenía zapatos. Luego de una hora de conversación y al no notar ninguna anomalía física,  le dijo:

 

—Me parece... Si usted me disculpa...que tendría que ir a un psicólogo—. — ¡Psicólogo dijo!, ¡que atrevido!. ¡¿Cómo se le ocurre que tengo que ir a un psicólogo justo yo!?. —Y... y.... ¡no lo podía hacer!... devuelta lo mismo.  ¡¡¡¡¡¡Su nombre no lo podía decir!!!!!—.

 

Empezó a gritar, y fue el mismo doctor quien llamó, a una psicóloga del lugar para que lo viera.

 

Luego de media hora, aparece la psicóloga. Lo lleva a su consultorio y le empieza a hacer un par de preguntas: con quien vivía, si había tenido ideas raras, qué le pasaba, etc... Luego de una hora de conversación. La psicóloga fue en búsqueda de un psiquiatra. Porque para ella, éste pobre hombre necesitaba ser medicado de inmediato.

 

—A todo esto, el pobre José. No hacía más, que agarrarse la cabeza y hablar en voz bajita. Tratando de entender su estado—.

 

En eso, aparece el psiquiatra y lo observa vivazmente. Luego de hora y media analizándolo. Le receta unas pastillas. 

 

—Porque digamos aquí... que él, estaba completamente, calzado. Salvo... que no lo notaba—. Por lo cuál el médico, creía que se trataba, de una pequeña paranoia. —

 

José, al tomar en sus manos la medicación, sintió como un golpe en el centro de su corazón. No podía creer que ésto... justo ésto… le estaba pasando a él....

 

 — ¿Cómo podría volver a ver a sus zapatos? ¿Cómo podría decir su nombre?. Acaso... ¿pastillas lo ayudarían?—. No, no… esto era terrible para él. Ahora, no iba a poder actuar más ni reencontrarse con ese... amor suyo... Ésto último, era lo que más lamentaba.... Así que, puso en su bolso la medicación y se marchó—.

 

Tomó la medicación durante un mes, en el transcurso del cuál, no salió de su hogar. No atendía llamados. Sólo salía de su hogar, para comprar alimento y cigarrillos. Fue así, como un once de octubre. Después, de haber tenido un sueño con un galpón que estaba cerca de su casa. Sintió interiormente que debía ir allí, y así, lo hizo.

 

—Al principio, tuvo mucho miedo porque el sitio era muy tenebroso. Entretanto, avizora que hay un vagabundo durmiendo. Éste, se levanta al sentir la presencia de un extraño y le pregunta:

 

 — ¿Quién eres?—.  A lo cuál José, responde: — No lo sé—.

— ¿Y por qué estás descalzo? —. Le pregunta el anciano.

 

José no podía entender, como un vagabundo podía ver, lo que ningún psicólogo ni psiquiatra notaba.  

 

—Entonces, José, le comenta:No lo sé. Hace medio año que estoy en esta situación, y no la comprendo.

 

—A lo cuál  responde, el anciano vagabundo: — ¡Ay, querido!, es muy fácil. ¿No lo notas, no puedes verlo? Estás descalzo porque no sabes quien eres —.

 

 — ¿Por qué me sucedió ésto, justo, cuando me reencontré con la mujer que había sido el amor de mi vida?—.

 

— ¡Ay, querido!. ¿No te das cuenta que cuando uno comienza a sentir dentro, de sí, eso inexplicable que se llama “amor”?. ¿Uno no sabe realmente quién es?. Mejor dicho: uno se da cuenta que no es nada sin amor, y por lo tanto, debe empezar a conocerse—.

 

—No... pensaba, que ya me conocía.... Tengo treinta años, y es tiempo suficiente de vida, cómo para conocerme con exactitud—.

 

—Error amigo. Uno nunca, llega a conocerse con exactitud. Sólo, si deja de pensar que no existe, tal exactitud... Ahí recién...uno, comienza a conocerse;  y el amor amigo...desnuda o mata a cualquiera.... ¡suerte que a vos, sólo, te dejó descalzo!. He conocido personas, a las cuáles,  ha desnudado y hasta matado. Eso sí,  que es más difícil e irrecuperable... Por eso, te recomiendo... comenzá a conocerte. Adéntrate, en lo más profundo de tu interior y cuando sientas ese alivio, de aceptarte  tal como sos, y de corregir ciertos errores del  pasado. Te aseguro que vas a poder pronunciar tu nombre. Vas a volver a estar calzado, y además, vas a volver a sentir amor. Porque si no te conoces, jamás, vas a poder distinguir: qué es amor,  y qué,  no lo es...

 

—Pero, entonces... ¿Quién fuel el niño que arrebató mis zapatos?—.

 

¡Ay... ay... ay!.... ¡Sos difícil, eh!... Fuiste vos mismo —. Bueno muchacho, regresá a tu hogar, y pensá en todo esto que conversamos. ¿Sí?, porque tengo que seguir descansando hasta que venga alguien más, como vos... ¿Y... sabés una cosa?, hace... menos… de quince minutos… había venido a verme una mujer pero con síntomas peores que los tuyos. —

 

— ¿Y cómo se llamaba? —.  —Eso lo sé yo, pero ella no lo sabía. — ¡Por  favor dígame quién era!.—No querido, eso no lo puedo hacer, yo solamente guío. El resto lo debe hacer cada uno, y ahora te dejo porque tengo mucho sueño, adiós. —

 

José regresó a su casa pensando, que tal vez era Violeta quien había ido,  pero como le recomendó el vagabundo, comenzó a adentrarse en sí mismo. Comenzó a recordar su pasado, la muerte de su padre, la ausencia de su madre, los fracasos, las heridas más profundas que lo habían convertido en un desalmado. Lloró y lloró un día entero y comenzó a perdonar y perdonarse por tantas cosas mal hechas y algunas mal comprendidas y se durmió.

 

Al otro día se levantó con mucha paz y sucedió el milagro... — ¡Ya podía pronunciar su nombre!. ¡Si!, ¡José! —Entonces fue donde guardaba sus zapatos, y ¡si!, ¡allí estaban! — ¡Era demasiado para el, era una persona nueva!, ¡había vuelto a nacer! —.

 

 Lo primero que hizo fue llamar a Violeta:

 

—Hola ¿se encontraría Violeta? —

— Si ¿quién le habla? —

— José. ——

—A ver,  un minuto, por favor. —Disculpe señor, no lo puede atender Violeta, últimamente está muy agotada, no está en condiciones de hablar. —

—Pero necesito decirle algo. Sé adonde puede recurrir. —

—Señor, todo lo que le pueda decir está demás, ya probamos con todo tipo de terapias y ella sigue igual. Así que por favor, deje de molestar, adiós. —

 

José fue corriendo hacia el galpón y le dijo al vagabundo:

— ¿Por qué aún ella no soñó con este sitio? ¡Ella tiene que curarse! —

 

El vagabundo le responde:

 —Ella ya no cree en el amor, lo mató en su corazón. No puedo ingresar en sus sueños porque ya no sueña. Ella está desnuda y no quiere volver a vestirse; sólo si empezara con un primer paso, el cuál sería, volver a creer...podría hacer algo, pero hasta ese momento, seguirá así, y aún peor. —

 

José enojado se marchó.

 

Pasaron los meses, y José ahora: José Felix Calzado,  ya que logró revertir su destino. Siguió actuando en sus obras pero ahora creyendo en el amor. Su vida cambió completamente pero lamentaba mucho la situación de Violeta... Con el tiempo comenzó a observar a una de las actrices que siempre lo ayudaba a maquillarse y quien lo hacía reír mucho. Empezó a sentir algo muy fuerte en el pecho y se dio cuenta que se trataba de amor, y así fue, como la citó a tomar  un café.

 

Ella se llamaba Morena y de allí en más fueron inseparables amigos y como consecuencia de esta linda amistad se afianzó un vínculo más fuerte. —Pero él siempre pensaba, en que, sería de la vida de Violeta. —Su alma presentía, que en algún momento, ella iba a poder entender que con endurecer tanto su corazón, sólo iba a lograr terminar con volverse invisible, y por consiguiente en dejar de existir. —

 

 José se conoció, se perdonó y ama a una mujer con todas sus fuerzas. No toma más medicación ni concurre más a los médicos.

 

—Pregunta el vagabundo: ¿Quién se atreve a creer en que el amor es la fuerza que todo moviliza?, ¿quién se atreve a conocerse a uno mismo? —Les digo hombres y mujeres: “Quien no se conoce puede terminar como Violeta, quien hoy por hoy se convirtió en un cadáver invisible, sólo por no aceptar que debe conocerse así misma, para así, amarse y lograr amar. —Los exhorto: ¡Conózcanse y amen! —

 

Amen, para no convertirse, en El Cadáver de Violeta.

 

 

 

 

 

Sueño de Madrugada

  Sueño de Mirna, en una noche de verano, el cuál es enviado a su tía Mailén. Quien se encuentra subyugada ante una adversidad de la vida. Y ésta, es la desdicha  generada por la contrariedad del amor que alberga un desengaño de su pareja, luego de treinta años de compromiso. 

 

Querida Tía:

 

                  Hoy desperté como los demás días, al mismo horario, en la misma posición, en la misma cama y con la misma cara. Pero soñé, como no lo hacía hace tiempo. Soñé nítidamente y aún conservo aquél sentimiento que con palabras no podré definirlo tan exactamente.

 

Pero lo intentaré; eran sentimientos profundos de felicidad, armonía. Me encontraba desapegada de todo lo terrenal, de todo lo vano y de toda maldad y bondad.

 

Desperté y rogaba a Dios poder continuar en ese sentimiento, en ese sueño hermoso que tanto me enseñó. En esas sonrisas enormes de las que fui dueña por ese instante, pero mis ruegos no fueron escuchados. Tal vez Dios quiere que pueda expresarlos aquí, sobre este papel,  en este día y a tu persona.

 

              Comencé a caminar por calles de tierra, sintiendo el aroma a humedad de la misma, pisando su dura existencia con mis pies descubiertos, éstos respirando la vida y no el encierro de sus zapatos diarios. Mientras que mi cuerpo sólo se encontraba abrigado por su piel.

 

Yo sólo observaba sin pestañar la riqueza y hermosura de la misma, no podía explicarme como de allí se obtenía el alimento necesario para vivir, el trabajo de los hombres, las flores más bellas, los árboles más fuertes y hasta incluso ésta podía compartir su existencia, para dar paso a las aguas más puras y de distinto gusto. La de los ríos, mares y océanos.

 

              Mientras continuaba mi recorrido y aún mis ojos seguían abiertos, alcé la mirada hacia el cielo y quedé atónita, sin palabras, en silencio y con mucha paz. Observaba aquella infinitud, aquellas nubes en formas imperfectas pero con la mayor perfección que puede otorgarles el cielo y observé el color del mismo y no me explicaba ¡como toda la gama de colores se encontraba allí!, o casi toda .¡Y cómo las estrellas podían divisarse tan agradablemente aunque estuvieran lejos de aquí!. Cómo el sol le daba el toque mágico de luminosidad y la luna la más extraordinaria luz en plena oscuridad.

 

            Seguía mirando sin pestañar (aunque no entendía cómo lo podía hacer, seguí sin más ). Y comencé a alzar los brazos, a moverme con la libertad que siempre quise, a sentirme querida, más que querida, ¡amada!. Empecé a querer explicar este enigma del existir, pero como tantos hombres han querido explicarlo, y sólo se han logrado más hipótesis que realidades concretas, no me sentí frustrada, me sentí liberada.

 

 Libre para amar todo aquello existente, libre para vivir, para sentir el aire que tantas veces he respirado y nunca le he dado importancia. Libre para seguir cuestionándome acerca de todo aquello, sin cobrarle demasiada importancia a las conclusiones que pudiera llegar, libre de dolor que tantas veces me ha llevado a las huestes de las lágrimas, libre para seguir soñando pero con los pies pisando fuerte la tierra.

 

         Hasta que en un momento sin darme cuenta tropecé, caí de rodillas al suelo .Observé que se trataba de una piedra y a la vez comprendí que la tierra continuaba sosteniéndome, que tenía la fuerza que yo jamás podré calcular matemáticamente pero sí amar, amar que me podía aún levantar y seguir caminando, seguir existiendo y moviéndome gracias a la misma.

        Y caminando con dificultades, notando todo lo existente, se posó sobre mi una mariposa, ¡de las mas bellas que jamás haya visto!. Era de un color violáceo y con matices azules,  entonces me pregunté:

 

- ¿Cómo podía vivir tan intensamente, aún al no saber que esta noche quizá ya no existiría. ¿Cómo sabía que el polen era su alimento, si nadie se lo había explicado?.

 

 Y al fin brotó una pregunta en mi ser nunca antes cuestionada:

 

-¿Sería Dios el creador de esta esfera terrestre, de estos árboles, flores, animales, insectos y todo lo existente?. ¿Sería quién le enseñó a esa mariposa su destino y misión en esta tierra?.

 

Y si fuera así:

 

- ¿Yo como mujer habitante de este planeta no tendría algún destino a seguir ya comentado por Dios algún tiempo atrás, incluso antes de ser concebida?.

 

      Comencé a indagarme todas las preguntas inconclusas hasta el día de hoy por los seres humanos. Cruzaron por mi mente millones de teorías , de personajes que buscaron toda la vida una explicación a esta existencia y pensando, pensando, ya estaba abriendo y cerrando los ojos.

 

¡Y desperté.!,  desperté ,¡y quería regresar al mismo sitio!. Al mismo sentir pero sin preguntarme más nada, sólo sintiendo, existiendo, viviendo y ya no demorarme en mis pensamientos sino abriéndole la puerta a mi corazón que hace tantos años se encontraba aislado de todo sentimiento de amor, o tal vez. Yo  sólo le había atribuido a éste el cariño de una pareja, de un amigo, de mi familia, y hoy me hace reír éste pensamiento tan vago, tan aciago, ya que había comprendido que el Amor es total, es infinito.

 

     Sin demorarme más comencé mi día como todos los demás, tomé mi desayuno, mi baño de todos los días y salí a mi rutina diaria de trabajo, pero esta vez con la certeza de que el amor me rodea, de que el amor me sostiene y re establece,  que el amor cambia mi rumbo, como a una rosa de los vientos el mismo viento.

 

Y por primera vez en mi vida comencé a amar desde un árbol hasta un anciano, desde una flor hasta a un niño, desde una cucaracha hasta a mi peor enemigo. Desde el mismo mar hasta el agua que tomo en la oficina, teniendo en cuenta que debajo del cemento hay mucho más que tierra y sabiendo que más allá del cielo hay mucho más de lo que imagino.

 

Que no sé que será. Algunos lo llamaran Dios, otros La Nada, otros Universo únicamente, pero sé que esa fuerza cambió mi sueño en vida y mi infortunio en extremada alegría. Y hoy sé que vivo, sé que existo y aunque siempre caiga vencida en las garras del cuestionamiento, sé que algo de éste aprenderé, sé que algo más me llevará al amor”.

 

P.D.: Espero que esta carta abra tu interior. Con amor. Tu sobrina.

 

 

El gozo del entierro

Era ya de noche, las nubes habían dejado su paso a las estrellas, todo parecía estar normal. La familia toda reunida para el cumpleaños de Mia. La abuela le había preparado la torta de cumpleaños, los tíos llenos de regalos para ella. Y si no hablo de sus padres es que ambos habían fallecido cuando Mia tenía diez años, pero seguramente estaban contentos de su cumpleaños número veintiséis.

 

Mia no solía hablar de sus padres. Nunca había podido superar sus inexorables muertes,

por eso  los llevaba tatuados en su espalda, en el lado izquierdo. Porque ella decía que ese, como era el lado del corazón nunca los olvidaría y sus padres desde el cielo la cuidarían para que nadie le haga daño, pero tristemente le habían hecho mucho daño, principalmente los hombres o bichos depredadores, como ella solía nombrarlos.

 

Era el día de su cumpleaños y ella se sentía rara, no sabía muy bien que era lo que le pasaba, pero algo de extrañes sentía en todo su cuerpo.

 

Eran las 10 p.m. y estaba en su pieza recostada lateralmente, cuando comenzó a escuchar una voz que le decía:

 ``Mia, ya te queda poco tiempo``.

 

 Al escuchar esto Mia, empezó a taparse los oídos, pensaba que se estaba volviendo loca  pero la voz era cada vez más fuerte.

 

Hasta que un disparo por la espalda culminó con su vida.

 

Todos abajo en el comedor estaban esperando a que Mia se levantara para darle una sorpresa, pero pasaban las horas y ella no bajaba de su dormitorio. La abuela quien había cuidado de Mia durante estos últimos dieciséis años, se preocupó mucho y dejando a los invitados subió a ver a Mia.

 

Cuando abrió la puerta observó el patético panorama. Comenzó a gritar con toda su voz y los invitados subieron y no podían creer lo que estaban viendo.

 

 Mia estaba colgada de una lámpara y estaban sus pies morados como uva putrefacta, todos comenzaron a reírse a carcajadas. Porque como ella era de hacer esos chistes, macabros pensaron que era uno más de ellos, pero la abuela como pudo se subió a una silla y la descolgó.

 

Y todos allí se dieron cuenta que no se trataba de ningún chiste. Mia se había suicidado y nadie entendía nada.

 

Pero el gozo pudo más que la muerte, porque si se trataba de un chiste, éste si que le había salido bien. Y si se trataba de un asesinato también éste había sido un crimen perfecto y por sobre todas las cosas Mia ya no sufriría más por los bichos depredadores ni por el abandono de sus padres, ya que estaría con ellos.

 

Así que, ¿porqué no contentarse con su muerte?. Y fue así que velaron a Mia con una fiesta y todos comieron, bebieron y bailaron.

 

 

 

Sin relojes

 Juan, como todas las noches le recitaba un cuento, a su esposa Fernanda que él mismo inventaba. Ella estaba convaleciente debido al cáncer de útero que estaba terminando con su vida. Pero esa noche, su esposo Juan, le contaría un cuento que jamás olvidaría.

 

—Éste, comenzaba, así:

 

Sebastián todas las mañanas, se levantaba con el rayo de sol que aparecía en su ventanal. Ésto para él era costumbre porque odiaba los relojes, en realidad, odiaba al tiempo.

 

Al levantarse, hizo su rutina diaria: fue al baño y después a la cocina para preparar su desayuno. No era una mañana cualquiera.Era su cumpleaños, y para ésta fecha, nunca realizaba festejos porque lo ponían incómodo.

 

Después de tomar su desayuno fue directo al trabajo en dónde nadie se acordó de su cumpleañossto se debía a su falta de comunicación con los compañeros de oficina. Pero él no se molestó, ya que tampoco, simpatizaba mucho con ellos.

 

Terminó su día laboral y se dirigió al bar de la esquina, en dónde pidió lo mismo de siempre: una lágrima.

 

Mientras estaba esperando su pedido.Observó por la ventana, a una familia que estaba caminando alegremente. Por unos instantes, su corazón no sentía más que dolor, recordando a su familia que había muerto en un accidente de tránsito.

 

Sebastián, esperaba en la mesa del bar habitual, su lágrima. Tratando de imponer su mejor sonrisa, alrededor de los comensales que lo observaban tímidamente.

 

Hasta que: ¡Al fin llegó su pedido!, y al ser ese mismo día, el aniversario del bar.El mozo le obsequió un reloj.

 

 ¡Justo un reloj para Sebastián!, ¡qué gracia! Inmediatamente, lo guardó en su bolsillo para no tirárselo en la cara, al pobre mozo....Al terminar su lágrima, se fue caminando directo, hacia su casa. Llegó, se descalzó, y entretanto alguien toca el timbre.

 

Sebastián enfadado abre la puerta.

 

 — ¿¡Quién era!? Una compañera de su trabajo—.

 

Enseguida, le preguntó que hacía allí. —Ella le contestó agitada:

 

 ¡Te corrí todas estas cuadras para devolverte tu reloj!.¡Se te había caído y no me escuchabas cuando te gritaba!—.

 

A lo que Sebastián le contesta:

 

— ¡Ah!, perdón. Si querés, quedátelo, porque no uso relojes.Me lo obsequiaron en el bar.Así que, si es de tu agrado, te lo obsequio en este mismo momento—.

 

Su compañera, aún agitada por su presurosa corrida, le contesta:

 

—No gracias.Tampoco uso relojes porque me molesta el tiempo—.

 

Sebastián, ensimismado por la respuesta, le dice:

 

—¡Que coincidencia!. A... me pasa lo mismo.... ¿Querés pasar a tomar algo?—.

 

Ella le contesta algo sonrojada:

 

—Bueno, sí... pero... ¿sabés preparar lágrimas?—.

 

Sebastián, casi telepáticamente, le dice:

 

—Si, por supuesto.Me encantan las lágrimas, pasá—.

 

Los dos se quedaron horas conversando, con el reloj puesto encima de la mesa que acomodaba empáticamente sus dos lágrimas. El tiempo pasó y a ellos, parecería, que no les molestó”....

 

 

—Fernanda, al  terminar de escuchar el cuento de su esposo, le pregunta:¿Por qué entonces no usaban relojes? No logro comprender...

 

 

Esa sí, que es buena pregunta, mi amor...Es que, no existen relojes que puedan medir el tiempo del amor, de la compañía, del entendimiento. Éste cuento, es un claro reflejo de lo que siento por vos. Nuestro amor será eterno, y no habrá relojes que me impidan estar siempre a tu lado. Fernanda, con una lánguida sonrisa en su rostro, giró la cabeza y se durmió. Juan se acostó a su lado, besandole la frente como señal de despedida del mundo terrenal, y también se durmió.

 

Los dos esa noche, se durmieron con una lágrima que caía como una bendición, sobre sus párpados cerrados.

 

 

 

 

Tu sexo

Tu sexo pide mi sexo,

tu piel pide mi piel.

 

Y así abrazándonos

con nuestros cuerpos desnudos,

llegamos al elixir de nuestros orgasmos.

 

Porque estamos en llamas,

pidiendo el uno por el otro.

 

Este elixir nunca se acaba,

estamos desnudos y con ganas de

comernos a besos, a versos.

 

Las letras se sacuden de sudores

de espasmos, de placer.

 

Y así llegamos al culmine deseo

de dos amantes que se juegan,

hasta las vestimentas tiradas en el piso.

 

Esas que reposaran en el suelo,

 por una hora o más.

 

Bésame, que nos envidien de tanta locura.

Tu presencia

Todos los días, espero que sean las cinco de la tarde, para, así, escuchar tu voz.   Llevás más de cien días de encierro, fue tu c...