Era ya de noche, las nubes habían dejado su paso a las estrellas, todo parecía estar normal. La familia toda reunida para el cumpleaños de Mia. La abuela le había preparado la torta de cumpleaños, los tíos llenos de regalos para ella. Y si no hablo de sus padres es que ambos habían fallecido cuando Mia tenía diez años, pero seguramente estaban contentos de su cumpleaños número veintiséis.
Mia no solía hablar de sus padres. Nunca había podido superar sus inexorables muertes,
por eso los llevaba tatuados en su espalda, en el lado izquierdo. Porque ella decía que ese, como era el lado del corazón nunca los olvidaría y sus padres desde el cielo la cuidarían para que nadie le haga daño, pero tristemente le habían hecho mucho daño, principalmente los hombres o bichos depredadores, como ella solía nombrarlos.
Era el día de su cumpleaños y ella se sentía rara, no sabía muy bien que era lo que le pasaba, pero algo de extrañes sentía en todo su cuerpo.
Eran las 10 p.m. y estaba en su pieza recostada lateralmente, cuando comenzó a escuchar una voz que le decía:
``Mia, ya te queda poco tiempo``.
Al escuchar esto Mia, empezó a taparse los oídos, pensaba que se estaba volviendo loca pero la voz era cada vez más fuerte.
Hasta que un disparo por la espalda culminó con su vida.
Todos abajo en el comedor estaban esperando a que Mia se levantara para darle una sorpresa, pero pasaban las horas y ella no bajaba de su dormitorio. La abuela quien había cuidado de Mia durante estos últimos dieciséis años, se preocupó mucho y dejando a los invitados subió a ver a Mia.
Cuando abrió la puerta observó el patético panorama. Comenzó a gritar con toda su voz y los invitados subieron y no podían creer lo que estaban viendo.
Mia estaba colgada de una lámpara y estaban sus pies morados como uva putrefacta, todos comenzaron a reírse a carcajadas. Porque como ella era de hacer esos chistes, macabros pensaron que era uno más de ellos, pero la abuela como pudo se subió a una silla y la descolgó.
Y todos allí se dieron cuenta que no se trataba de ningún chiste. Mia se había suicidado y nadie entendía nada.
Pero el gozo pudo más que la muerte, porque si se trataba de un chiste, éste si que le había salido bien. Y si se trataba de un asesinato también éste había sido un crimen perfecto y por sobre todas las cosas Mia ya no sufriría más por los bichos depredadores ni por el abandono de sus padres, ya que estaría con ellos.
Así que, ¿porqué no contentarse con su muerte?. Y fue así que velaron a Mia con una fiesta y todos comieron, bebieron y bailaron.
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