desde el litoral,
se caen los columpios de
la perversidad de
un sistema que colapsa
de tanta
perversidad.
En las calles se
siente la insatisfacción
y la desolación
de un aparato capitalista
que no da para
más.
Se escuchan
estruendos de balas como
mensajes del más
allá y del más acá.
Comen para matar
al ego envuelto
en un papel de
diario que miente
mucho más que la
propia realidad.
Somos muchos y
sienten desperezarse
de verosimilitudes
las verdades más
horrendas de la
ciudad.
La calle habla en
altavoces,
como olas marinas
que se niegan
a romper en la
tempestad.
Y así estamos vos
y yo
corriendo ante
tanta siniestra
maldad.