confundida en millones
de letargos,
adolorida en mi
vientre de
cristal malherido,
por la fuerza
de la
inhumanidad.
Lloriqueando por
los rincones
del mundo adverso.
Sosteniendo mi
cabeza convulsa
de mil demonios
que me poseen
por completa.
Indispuesta de
vanidades y
egos encarnados
como cuchillas
sobre mis
espaldas y en mi mente,
profanando la
clandestinidad de
mis versos.
Así estoy,
agrietada, confundida
y adolorida por
mi propia culpa,
de querer ser y
no poder.