oir el canto de
las sirenas en
una playa
desierta.
Es como querer
alcanzar el cielo
de una
escalonada, con prisa y
sin pausa.
Es como endulzar
el corazón
con voces
imperfectas pero
a la vez tan
perfectas como
el mismo cielo
estrellado.
Es abrazar con
ganas y fuerte
al que uno más
ama.
Es querer
escaparse del caos de la
ciudad y manejar
hasta un bosque
arbolado, lleno
del canto de los pájaros.
No me olvido que
eres, tú el ruiseñor,
y yo, simplemente
un jilguero, que te busca
desesperadamente e
insiste con su canto entrar
en tus aposentos
para desnudarte de desenfados y
traiciones.
Dejarte
boquiabierto de calamidades pasionales y
de sabores
exquisitos de tu cuerpo sobre el mío.
¡Déjame entrar
ruiseñor!
¡Déjame hacerte
mío!
Esta noche, ¡déjame
entrar!.
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