¡Cuánta nostalgia contenida
en este almohadón de ave que
me hace volar por los cielos
de todos los llantos de la raza
y por todos los torrentes del
dramatismo de las obras teatrales!
¡Cuánta ebriedad de letras
embebidas hasta el extremo
con sus vórtices y hasta el mismo
Epícteto
tratando de defender
al poema!
¡Cuánta desmesura sin sentido
divagando por mi lápiz que escribe
solo y no busca dictámenes de
consciencia!
Me dejo llevar por el almohadón
en forma de ave y por el lápiz
con forma de cerebro y así concluyo
éstas letras proclives a la extrañeza
de
este día, a los hechizos que me
alcanzan plena
y a todos los conjuros rotos que de mi
maledicencia
fueron absueltos, aquí en este papel
y con éstas letras.
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