Parada frente al estiércol
que se diluye por
las calles
como cometa sin
tapujos de
distancia.
Me devuelvo todo
lo que comí
al sentir la
omnipresencia de
la infamia
revuelta armada
por los procaces.
Me afano una risa
por acoso
de mirarte a los
ojos y a tu cuerpo
desnudo en una
cama.
Es una tremenda
locura
querer pregonar
que ya no
necesito de
billetes y me los
fumo con recelo, pensándote
en esta jungla de
juglares sin
camisa ni zapatos
asombrosos.
Me hundo en la
neblina del espanto
y entonces te pienso
y te recreo en
mi mente como un
cuento lleno
de atrocidad y
maldad.
Pero adivino que
sos vos
y para el caos de mi mente,
caos que se
divierte de su propia
desfachatez.