Desenamorada de
la vida,
de todo lo que
rodea al amor.
Llorando cenizas
de sangre en
silencio y a los gritos por tanta soledad.
Soledad que me
acurruca, que me envuelve,
que me aprisiona,
que me deshace.
¿Por qué te fuiste
tan lejos alma mía,
a surcar por los
desiertos del amor?
Por tanto y tan
poco hubiera querido
besarte en la
frente, para que te dieras cuenta
de cuanto te
amaba.
Ya no queda nada,
sólo la soledad y la
frustración de un
sol postergado en su ocaso.
Ya no me queda
nada,
nada.