Te esperé hasta el hartazgo
con mi corazón
deshecho
con todas las
ganas de verte
de una buena vez
por todas.
Te supliqué en
silencio:
¡Salvame! y no
obtuve respuestas.
Te amé más que a
mi propia vida
me deshice de
sueños
me anclé de
esperanzas
me atornillé de
suplicios
me morí muerta de
asfixias
provocadas por tu
ausencia.
Ahora mi destino
está en tus manos
sálvame si
quieres,
o destrúyeme para siempre.