El palpitar de mi sexo
se expande por misteriosos
rincones proclives al deseo
sin límites de cada parte de tu cuerpo.
Nuestros corazones latiendo sin pausa,
provocando con cada ritmo,
un nuevo y feroz
gemido
que nos entrega implacables al
banquete de los mismos dioses.
Dioses que se burlan de nuestras
intenciones y se entrometen
en nuestros cuerpos para convidarnos
de sus excéntricos placeres.
Placeres de goce y de locura
penetrando cada centimetro
de mi ardiente feminidad y
combatiendo ferozmente
tu íntima virilidad.
Y así estamos entumecidos,
rígidos, compulsivos, aridiendo
y soltando amarras al desenfreno
en esta noche en la cuna de nuestra
sexualidad.